Adaptarnos y ser aceptados en una sociedad es una necesidad innata del ser humano: somos seres gregarios por naturaleza, la misma comunidad en la que crecemos es la que nos forma. La familia, el vecindario, la escuela, y todos aquellos grupos sociales con los que nos encontramos a lo largo de nuestra vida; todos aportan para formar nuestra identidad, por ejemplo, cuando nos relacionamos con personas nuevas, somos más cuidadosos en expresar abiertamente lo que pensamos, vamos poco a poco creando un balance entre lo que somos y lo que vamos conociendo del otro, hasta que decidimos si nos gusta o preferimos no inmiscuirnos con esa nueva persona.
Seguramente, si miras en retrospectiva, te darás cuenta de cuánto has cambiado en tu forma de ser y pensar; de hecho, es bastante sano para ir encontrando lo que nos hace sentir más cómodos. Se dice que nunca terminamos de formar nuestra identidad, pero con el paso de los años se va volviendo más consciente nuestra selección de personas, costumbres, actitudes con las que queremos encajar y adaptar a nuestra vida.
¿Qué es la identidad personal?
Explicado lo anterior, podemos decir que la identidad personal son rasgos característicos de una persona, adquiridos a través del tiempo, experiencias y convivencias sociales. Es un proceso paulatino de construcción de lo que somos y queremos ser. Estar en constante cambio forma parte de la creación de identidad, dibujar y borrar cuantas veces sea necesario buscando pertenecer a nosotros mismos dentro de una sociedad.
¿Qué hace que perdamos nuestra identidad?
En primer lugar hablaremos de la inseguridad, también adquirida por el entorno social en el que crecimos. Quizá en una etapa de nuestra vida, nos enfrentamos a ser juzgados fuertemente, nos vimos ridiculizados y ahora nos da miedo hacer o decir lo que pensamos por miedo a ser rechazados, llevándonos a seguir lo que los demás consideran aceptable.
Otra de las causas son las expectativas que son opiniones que otros tienen sobre nosotros y esto ocurre con mayor frecuencia en la familia, por ejemplo, orillarte a estudiar la carrera que estudió tu papá y quedarte en la empresa familiar. Pero resulta que tú quieres aprender idiomas en diferentes países y al final decides hacer lo que tu familia espera, porque efectivamente, tienes algo seguro, estable y prefieres estar en paz con tu familia, no ser juzgado porque elegiste probar nuevas posibilidades.
Muy apegado al ejemplo anterior, nos encontramos con la conformidad social que es la que nos limita a decir lo que los demás dicen y ver lo que los demás ven, la conformidad nos lleva a cambiar nuestra propia percepción de las cosas, a no cuestionarnos ni a nosotros ni a los demás si estamos o no equivocados, aceptamos lo que nos dicen, ya sea para no generar conflictos en el grupo o para tener una aceptación social.
Luego nos volvemos sumisos, aceptando lo que la mayoría dice, y caemos en la falacia de las masas (Ad populum): A mayor número de personas que lo afirmen, es verdad, incluso sin pruebas o argumentos de por medio. Lo que importa es encajar entre la comunidad dejándonos influenciar.
Estas razones son las que nos ponen en el límite de lo que queremos hacer y lo que los demás quieren que hagamos. Tal vez ahora, elegir entre ambas partes suena sencillo pero en realidad estamos luchando contra un sentimiento de culpa porque no tener la aprobación de los demás nos hace creer que estamos fallando.
¿Qué podemos hacer para recuperar nuestra identidad?
- Decide y evalúa lo que es importante y lo que no es importante para ti, sigue tu propio criterio, sé fiel a ti mismo antes que a los demás.
- Aprende a decepcionar. Acepta que indudablemente, malo o bueno, las personas tienen expectativas sobre ti. Siéntete tranquilo con lo que haces, habrá personas que lo rechazarán pero debes quitarte la culpa por preferir vivir tu vida a vivir lo que los demás quieren. Antepone tus opiniones a las opiniones ajenas, trata de pensar hasta qué punto las expectativas son egoístas, si tienes que elegir entre el egoísmo propio y el egoísmo de los demás, elige el propio.
- Ten tu propia opinión y arguméntala, siempre hay un porqué. En ocasiones podremos argumentar racionalmente, y otras veces instintivamente, este último tipo de argumento puede ser inconsciente, quizá ni siquiera lo podríamos explicar si nos lo preguntan, simplemente nuestra respuesta es porque no quiero. Confiemos en nosotros mismos,si no nos da buena espina o no queremos hacerlo y es totalmente válido.
- Por supuesto que también debemos aprender a escuchar, conoce el porqué del otro, compara y evalúa porqué tú estás viendo las cosas de diferente forma a él.
- Cuestiónate. No porque la mayoría lo diga, significa que es verdad absoluta. Quizá simplemente todos se dejaron llevar por la opinión de la primera persona. Aunque también debemos mencionar que existen cosas con poca importancia para dar completa energía, y en esos casos puedes decidir ser un simple seguidor de masas, porque sabes que no tiene mayor importancia y que sigues teniendo un criterio propio.
Esperamos que estas recomendaciones te hayan sido de utilidad y te invitamos a ser tú mismo para vivir una vida plena y gratificante.