Es probable que te hayas topado con anuncios publicitarios de productos o suplementos nutricionales para combatir la presencia de radicales libres. Por sentido común, deducimos que están orientados a complementar la alimentación y mejorar nuestra salud. Pero, ¿Te has preguntado qué son en realidad estos radicales libres? Y lo más importante, ¿Hasta qué punto pueden ser dañinos para el organismo?
Definiendo a los radicales libres
Comencemos repasando -de la forma más simple posible- qué son los radicales libres. Podríamos definirlos como un conjunto de átomos creados por las células del cuerpo con el objetivo de utilizar el oxígeno del ambiente apropiadamente. En principio son positivos para la salud, pues nos ayudan a combatir el exceso de bacterias, virus, parásitos y hongos.
Seguramente has escuchado que todo en exceso es malo. Pues lo mismo sucede con los radicales libres. Tratándose de moléculas muy reactivas, llega un punto en el que pueden ocasionar que nuestras células dejen de funcionar con normalidad.
Haz un pequeño ejercicio de memoria. ¿Recuerdas cuando nos enseñaron en la escuela que los átomos son la estructura básica de todas las cosas? Pues bien, estos llevan una carga eléctrica negativa conocida como electrón. Los átomos tienden a juntarse debido a que sus cargas eléctricas son complementarias y forman moléculas.
Ahora bien, existen ciertos elementos en nuestro entorno que pueden hacer que algunos átomos no estén emparejados. Esto los hace muy reactivos e inestables, entonces buscarán establecer un equilibrio “robándole” electrones a otros átomos. Estos átomos, a su vez, pierden su estabilidad y la obtienen alterando a otros átomos, como si se tratara de un efecto dominó.
Entonces, los radicales libres vienen a ser grupos de átomos a los que alguien les ha quitado un electrón. Estos procesos, aunque son microscópicos, son capaces de alterar el material genético de muchas células. Esta reacción recibe el nombre de “estrés oxidativo” y es lo que produce el envejecimiento.
Pero además, los radicales libres contribuyen a la generación de múltiples enfermedades. La lista es bastante larga, pero podemos destacar las degenerativas (como el Parkinson y el Alzheimer), tumores cancerígenos, aterosclerosis, catarata senil, diabetes, hipertensión arterial, cirrosis, entre muchas otras.
¿Dónde están los radicales libres?
Normalmente, los radicales libres se producen a partir del metabolismo, de la degradación de las células en el organismo o de la quema de glucosa al hacer actividad física. Una alimentación balanceada es suficiente para neutralizarlos. Sin embargo, el problema viene con los radicales libres generados en el ambiente.
La contaminación del entorno, tan común en nuestros tiempos, es un factor externo que contribuye directamente a la generación de radicales libres. También se producen a partir de la exposición desmedida a la luz solar, debido a los rayos UV. Lo mismo sucede cuando el cuerpo absorbe los contaminantes químicos de los pesticidas, fungicidas, conservantes, entre otros.
Los malos hábitos también son factores que producen radicales libres. Algunos de ellos son el consumo de alcohol y tabaco en exceso, así como la ingesta desmedida de alimentos procesados -que han pasado por diferentes tratamientos industriales-, proteína animal, embutidos y frituras. El estrés y la ansiedad también originan un exceso de radicales libres.
Antioxidantes, la clave para combatir a los radicales libres
Los radicales libres en exceso son sinónimo de oxidación, por lo tanto, su contraparte son los antioxidantes. La función de estas moléculas es muy curiosa. Al contar con varios electrones, ceden una cantidad a los radicales libres para que puedan estabilizarse. Por ello, es muy importante que la producción de ambas sustancias sea balanceada.
El organismo “fabrica” sus propios antioxidantes, pero necesita de fuentes externas para poder neutralizar a todos los radicales libres que dañan las células. Es posible encontrar esta sustancia en alimentos ricos en vitamina A, C y E; así como betacaroteno, luteína, licopeno y selenio.
Estos nutrientes se encuentran principalmente en frutas y verduras, así como granos, semillas, legumbres, cereales y grasas saludables como la del pescado. El vino tinto y el té verde también tienen buenos niveles de antioxidantes.
En ocasiones, el consumo de suplementos alimenticios puede ayudar a reducir el impacto de los radicales libres en el organismo.